Hubo un tiempo, lejano pero no tanto como pueda parecerlo, en el que la gente tenía una forma de pensar arcana y mágica, especialmente aquellos que vivían en el campo, aislados de las ciudades que emergían al amparo del siglo XIX. Estas gentes tenían un sistema de creencias propio, un sistema de valores y una forma de relacionarse con el mundo que distaba mucho de aquellos que vivían en las ciudades, alejados de los ciclos naturales y ajenos al ritmo del sol, de la luna y de las estrellas.
Afortunadamente quedan muchos
testimonios de aquellas personas que vivían en aldeas perdidas, en lugares recónditos y que no conocían otra cosa
que el mundo del campo. Aquellos hombres y mujeres creían de veras en la
capacidad de algunas personas de transformarse en animales para volar como
águilas o para corretear y olfatear los montes como lo hacen los lobos, que sabían de la presencia de seres misteriosos, en no pocas ocasiones
aterradores, que aparecen en zonas repentinamente silenciosas del bosque. Personas que creían o más bien sabían que los muertos regresan de sus tumbas a buscar a los vivos tocando las
campanas de las casas a altas horas de la madrugada. Que creían en las
lavanderas de la noche, que creían en seres vestidos de negro que andaban sin
pies, de las luces extrañas que se dejaban ver por
encima de los árboles o avanzar por caminos oscuros y que sabían de las brujas, que entendían de todo esto y más.
Hombres lobo, chupasangres, trasgos, trolls, ogros, duendes, hadas, damas
de blanco, pájaros da morte, mouros, brownies… Seres no tan legendarios pues una vez fueron tan reales y estuvieron tan vivos como hoy puedan estarlo los pájaros que ves desde tu ventana.
Ya el filósofo Hegel decía que el pensamiento mágico es más
antiguo y primitivo que el pensamiento religioso y que los procedimientos para
obtener un resultado, benéfico o maléfico, a través de la magia son muy
anteriores a los ritos empleados por las religiones establecidas que elaboran complejos rituales para obtener
favores de sus dioses.
Cuando nosotros los brujos hacemos un conjuro, lo que
estamos haciendo es expresar una voluntad pero sobre todo un deseo. Para lograrlo,
recurrimos a la magia simpática, un acto que imita al hecho deseado y que
utiliza símbolos que lo representan para concretar en nuestra mente el objetivo
de nuestro acto mágico. La energía, como he dicho muchas veces, sigue al
pensamiento. En el momento en que nos ubicamos en esa brújula mágica del
tiempo, todo gira hasta hacer coincidir el engranaje perfecto de nuestro deseo
y el hecho en sí. Mientras, recitamos cantos y palabras mágicas para convocar a
las Fae y a otros espíritus resplandecientes.
En cambio las religiones enseñan a sus súbditos oraciones
que implican vasallaje y acatamiento, pues son recitadas sin sentido y con temor
de Dios alejándolos del acto mágico en sí y desconectando su capacidad innata
de transformar su espíritu para cambiar su realidad. ¿Cómo puedes transformar la realidad, tu realidad, si recitas oraciones desprovistas de significado o que hablan de cosmogonías tan ajenas a ti como pueda serlo la realeza? Ahí no está la magia. Solo existe la sumisión a un poder inalcanzable que está por encima de ti y que nunca sabes cuándo será el día en que te premiará o te castigará. Porque en un mundo no mágico, nada depende de ti.
He querido reflexionar un poco sobre esta cuestión básica
porque estoy volviendo a leer el libro de Julio Caro Baroja, Las brujas y su mundo,
donde dedica un capítulo a la concepción primaria del mundo. Los seres humanos han
perdido el pensamiento mágico y, por lo tanto, la capacidad de conectar con
Todo pero sobre todo la capacidad de gobernar su propia vida sin tener que
doblegarse a la voluntad de otros. Extrayendo el pensamiento mágico y creativo,
dejamos al ser humano sin timón.
En Brujería del Cerco trabajamos para intentar que esos
últimos coletazos del mundo mágico no mueran del todo. Es un pequeño grano de
arena que, espero, ayude a hacernos pensar, pero sobre todo sentir, que el mundo
y el universo son mágicos y que, la brujería es la herramienta que nos permite creer en ese mundo mágico y por lo tanto, manifestarlo ante nuestros ojos.
¡Muchas gracias a todos!
Fuente: Las brujas y su mundo, Julio Caro Baroja. El libro de bolsillo. Alianza
Editorial. Edición de 1.969.
Gracias a ti, siempre haciendo resonar las agujas que giran en esa brújula! Me ha encantado el dibujo, mucho. Un abrazo
ResponderEliminarHola Gonzalo, muchas gracias!
EliminarEl dibujo es del libro de Gemma Gary, "The black toad".
Un abrazo y feliz semana!
hola MARTA me gusto mucho este tema acerca de la religión. creo que tu blog tiene una energía muy positiva . saludos desde chihuahua mexico
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras.
EliminarSaludos para ti también y feliz semana!
señora martha, espero este bien, en verdad es muy interesante el conocimiento que nos regala, mil gracias, yo deseo comenzar a practicar pero no se como realmente, debo hacer altar, y que devociones debo hacer? gracias por su consejo.
ResponderEliminarHola Mar azul,
EliminarMuchas gracias por sus palabras. Estoy realmente contenta por la respuesta de la gente a este blog.
Practicar es muy sencillo. Permanezca atenta a los próximos días pues voy a poner un post sobre cómo empezar a practicar brujería de una forma sencilla.
Un saludo muy cordial.
Inspirador, único, el mejor ensayo que he leído en años ( y vaya que he leído muchos)...realmente genial. Felicitaciones!!!!!
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