Muchas veces me he referido a la
importancia de la sombra dentro de este blog y he sido bastante crítica con
ciertos movimientos neopaganos, no todos, y New Age que parecen discurrir en un
mundo de tonos pastel, dioses benéficos y luz constante que, a mi modo de
entender, poco o nada tiene que ver con la realidad.
Existe un cuento conocido por el
nombre La Bella Durmiente que es una
versión de un cuento mucho más antiguoque se refiere a este asunto. Hoy no vamos
a entrar a analizar este cuento pero sí abordaremos una de las cuestiones
principales en las que se enfoca.
Todos recordaréis la historia de
la bella Aurora, una princesa recién nacida y las fiestas que se celebran en el
reino para celebrar su nacimiento. En esta fiesta son invitados personajes de
todos los rincones del país, así como seres mágicos, especialmente tres hadas
que son las que habrán de otorgarle dones a la recién nacida. Las fiestas son
luminosas, radiantes y todo el mundo está feliz cantando, comiendo, bebiendo y
disfrutando bajo el brillo de los adornos y las luces puestos para tan magna
ocasión. Pero de repente llega un viento helado precedido por una tormenta. El cielo
se oscurece, los brillos se apagan de repente y entre las tinieblas que
repentinamente han tomado el lugar, aparece majestuosa un hada malvada:
Maléfica.
Este cuento nos habla de la
importancia de reconocer la propia sombra. Vivimos en un mundo dual: frío-calor,
noche-día, alegre-triste, miedo-valor, frío-calor… Todo se define en contraste
con su opuesto. Cuando somos niños vivimos en determinadas familias. Estas son
grupos psíquicos independientes donde operan ciertas fuerzas. Así vemos
familias que potencian la ira y la agresividad, otras la competitividad y el
apego al dinero, la envidia, el rencor… En cambio otras promueven entre sus
miembros valores artísticos y humanitarios, es decir, el amor, el respeto, la
empatía… Y en medio de esos sistemas está la persona con un yo que se va
perfilando como ente autónomo, independiente del ambiente cultural y ese yo selecciona
de forma inconsciente cuáles de esos valores desea y cuáles rechaza para
adaptarse al medio en el que vive. Todo lo que el yo rechaza es destinado a la
sombra. Y en la sombra surgen nuestros apegos, nuestras neurosis y nuestros
talentos, aquellos que no desarrollamos.
Viviremos gran parte de nuestra
vida sin contemplar todo aquel cementerio de sueños, anhelos, miedos y
paranoias que un día rechazamos porque no encajaban con el medio en el que
vivíamos pero más tarde o más temprano, y además precisamente en el momento que
menos lo esperamos, la sombra se hará patente: ¡zas! Y te golpeará duramente o
será una experiencia liberadora y transformadora o ambas cosas. Dependerá de
todo aquello que dejaste atrás. Igual que Maléfica, la sombra, apareció en el
nacimiento de Aurora de forma inesperada y ocasionando grandes estragos en algo
que aparentemente estaba tan bien organizado y equilibrado como aquel reino
legendario.
Por eso insisto que para la
práctica de la hechicería es absolutamente necesario conocernos a nosotros
mismos. La hechicería es un proceso. Cambiamos, transmutamos cuestiones,
situaciones, destinos pero si no nos cambiamos a nosotros mismos, si no somos
conscientes de nuestra oscuridad, entendiéndola como todo aquello que es ignoto
y que ha de ser revelado, no podremos avanzar como hechiceros. De ahí todo el
cuerpo hermético y privado de la hechicería que tiene que ver con el herrero, o
mejor dicho, con los quehaceres del herrero. Aquel que transforma la materia, que
le da consistencia y convierte un material duro como la roca en algo
tremendamente resistente pero flexible a la vez, para evitar que se rompa con
los cambios de tiempo. Como nunca llegamos a conocernos del todo, al menos hemos
de estar inmersos en ese proceso constante de transmutación de nuestro ser en
algo mejor, algo que ha de transformarse a sí mismo para avanzar y en
definitiva evolucionar. La sombra es todo aquello que negamos, todas aquellas
reacciones inesperadas con las cuales no contamos pero que están ahí y
precisamente son aquellas que nos definen como personas.
Escribo este post a modo de
esbozo de un tema de suma importancia. Como he dicho antes, en ciertos movimientos neopaganos
modernos así como en muchos grupos o grupillos que han surgido al abrigo de la
Nueva Era, vemos como todos ellos invocan a la luz de forma constante y tan
inmersos están en esa tarea que la sombra siempre les sorprende, siempre. He investigado
y tratado con miembros de algunos de estos grupos que se hacen llamar a sí mismos "grupos de luz" y muchas de esas personas viven
anhelando la luz y no se dan cuenta de que para conocerla, han de enfrentarse primero a su sombra, pues la tienen aunque se empeñen en negarlo. Decía
Carl Gustav Jung: “Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas
como destino”.
El inconsciente emite un mensaje
secreto que necesitamos descifrar para catalizar nuestra propia integración
como seres conscientes, conscientes de todo, sobre todo de lo que no se ve. En la
Brujería del cerco y creo que en todas las corrientes de brujería tradicional
se contempla la sombra como parte esencial de la vida. De ahí surgen númenes
como Hécate, que atraviesa bosques y hondonadas oscuras provista de un candil y
acompañada de perros infernales. Ese infierno que nos negamos a mirar cara a
cara. Y es ella la que conduce a la Cacería Salvaje, aquella que ya sobrevuela
nuestros cielos otoñales, cada vez más oscuros. Es Perchta, un hada que muestra
siempre dos caras y que hablaremos de ella a su debido tiempo: la Schiachperchten (la Perchta oscura) y la
Schönperchten (la Perchta
resplandeciente) y todos los motivos, númenes, encuentros y desencuentros de la
brujería tradicional transcurren entre estas dos potencias principales.