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domingo, 16 de noviembre de 2014

Encuentro con la Sombra


Muchas veces me he referido a la importancia de la sombra dentro de este blog y he sido bastante crítica con ciertos movimientos neopaganos, no todos, y New Age que parecen discurrir en un mundo de tonos pastel, dioses benéficos y luz constante que, a mi modo de entender, poco o nada tiene que ver con la realidad. 

Existe un cuento conocido por el nombre La Bella Durmiente que es una versión de un cuento mucho más antiguoque se refiere a este asunto. Hoy no vamos a entrar a analizar este cuento pero sí abordaremos una de las cuestiones principales en las que se enfoca.

Todos recordaréis la historia de la bella Aurora, una princesa recién nacida y las fiestas que se celebran en el reino para celebrar su nacimiento. En esta fiesta son invitados personajes de todos los rincones del país, así como seres mágicos, especialmente tres hadas que son las que habrán de otorgarle dones a la recién nacida. Las fiestas son luminosas, radiantes y todo el mundo está feliz cantando, comiendo, bebiendo y disfrutando bajo el brillo de los adornos y las luces puestos para tan magna ocasión. Pero de repente llega un viento helado precedido por una tormenta. El cielo se oscurece, los brillos se apagan de repente y entre las tinieblas que repentinamente han tomado el lugar, aparece majestuosa un hada malvada: Maléfica.


Este cuento nos habla de la importancia de reconocer la propia sombra. Vivimos en un mundo dual: frío-calor, noche-día, alegre-triste, miedo-valor, frío-calor… Todo se define en contraste con su opuesto. Cuando somos niños vivimos en determinadas familias. Estas son grupos psíquicos independientes donde operan ciertas fuerzas. Así vemos familias que potencian la ira y la agresividad, otras la competitividad y el apego al dinero, la envidia, el rencor… En cambio otras promueven entre sus miembros valores artísticos y humanitarios, es decir, el amor, el respeto, la empatía… Y en medio de esos sistemas está la persona con un yo que se va perfilando como ente autónomo, independiente del ambiente cultural y ese yo selecciona de forma inconsciente cuáles de esos valores desea y cuáles rechaza para adaptarse al medio en el que vive. Todo lo que el yo rechaza es destinado a la sombra. Y en la sombra surgen nuestros apegos, nuestras neurosis y nuestros talentos, aquellos que no desarrollamos.

Viviremos gran parte de nuestra vida sin contemplar todo aquel cementerio de sueños, anhelos, miedos y paranoias que un día rechazamos porque no encajaban con el medio en el que vivíamos pero más tarde o más temprano, y además precisamente en el momento que menos lo esperamos, la sombra se hará patente: ¡zas! Y te golpeará duramente o será una experiencia liberadora y transformadora o ambas cosas. Dependerá de todo aquello que dejaste atrás. Igual que Maléfica, la sombra, apareció en el nacimiento de Aurora de forma inesperada y ocasionando grandes estragos en algo que aparentemente estaba tan bien organizado y equilibrado como aquel reino legendario.


Por eso insisto que para la práctica de la hechicería es absolutamente necesario conocernos a nosotros mismos. La hechicería es un proceso. Cambiamos, transmutamos cuestiones, situaciones, destinos pero si no nos cambiamos a nosotros mismos, si no somos conscientes de nuestra oscuridad, entendiéndola como todo aquello que es ignoto y que ha de ser revelado, no podremos avanzar como hechiceros. De ahí todo el cuerpo hermético y privado de la hechicería que tiene que ver con el herrero, o mejor dicho, con los quehaceres del herrero. Aquel que transforma la materia, que le da consistencia y convierte un material duro como la roca en algo tremendamente resistente pero flexible a la vez, para evitar que se rompa con los cambios de tiempo. Como nunca llegamos a conocernos del todo, al menos hemos de estar inmersos en ese proceso constante de transmutación de nuestro ser en algo mejor, algo que ha de transformarse a sí mismo para avanzar y en definitiva evolucionar. La sombra es todo aquello que negamos, todas aquellas reacciones inesperadas con las cuales no contamos pero que están ahí y precisamente son aquellas que nos definen como personas.


Escribo este post a modo de esbozo de un tema de suma importancia. Como he dicho antes, en ciertos movimientos neopaganos modernos así como en muchos grupos o grupillos que han surgido al abrigo de la Nueva Era, vemos como todos ellos invocan a la luz de forma constante y tan inmersos están en esa tarea que la sombra siempre les sorprende, siempre. He investigado y tratado con miembros de algunos de estos grupos que se hacen llamar a sí mismos "grupos de luz" y muchas de esas personas viven anhelando la luz y no se dan cuenta de que para conocerla, han de enfrentarse primero a su sombra, pues la tienen aunque se empeñen en negarlo. Decía Carl Gustav Jung: “Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino”.


El inconsciente emite un mensaje secreto que necesitamos descifrar para catalizar nuestra propia integración como seres conscientes, conscientes de todo, sobre todo de lo que no se ve. En la Brujería del cerco y creo que en todas las corrientes de brujería tradicional se contempla la sombra como parte esencial de la vida. De ahí surgen númenes como Hécate, que atraviesa bosques y hondonadas oscuras provista de un candil y acompañada de perros infernales. Ese infierno que nos negamos a mirar cara a cara. Y es ella la que conduce a la Cacería Salvaje, aquella que ya sobrevuela nuestros cielos otoñales, cada vez más oscuros. Es Perchta, un hada que muestra siempre dos caras y que hablaremos de ella a su debido tiempo: la Schiachperchten (la Perchta oscura) y la Schönperchten (la Perchta resplandeciente) y todos los motivos, númenes, encuentros y desencuentros de la brujería tradicional transcurren entre estas dos potencias principales.