Hace unas semanas hablamos del lobo en una primera parte de este post, llamada también El lobo y la brujería. Cada animal posee una simbología o poder especial. A través de un estado alterado de conciencia, además de con determinadas prácticas psíquicas, los chamanes de las antiguas tribus adoptaban posiciones y creaban formas de pensamiento que imitaban a sus animales totémicos o protectores. En ocasiones, efectuaban danzas rituales donde imitaban el comportamiento del animal invocado hasta hacerlo propio.
No obstante, transformarse en un animal requiere de práctica y ciertos conocimientos pero todos podemos comenzar sentándonos en un lugar tranquilo, cerrando los ojos y conectando con el animal en el cual deseamos transformarnos. ¡Es un comienzo!
Conectar con el lobo, aparte de lo dicho anteriormente, te ayudará a entender cuáles son los territorios sagrados del bosque y de tu conciencia. A no luchar en vano sino a desarrollar y generar la fuerza y la seguridad en el momento adecuado. A defender tu territorio cuando esté amenazado y a restaurar el orden y la armonía cuando sea necesario. Te ayudará a comprender que la verdadera libertad requiere de disciplina, a confiar y a aprender de tus percepciones o instinto, a escuchar con sensibilidad, a olisquear el peligro pero sobre todo te transmitirá el sagrado conocimiento de que uno es el propio dueño de su vida. Porque ellos saben que una decisión u otra cambiará su destino.
Para conectar con los espíritus de la naturaleza y con los animales necesitarás silencio. Aprenderás algo importantísimo cuando conectes con cualquier animal salvaje y es a respetar y venerar las cualidades de tu presa. En la naturaleza existe un equilibrio sagrado. Es el equilibrio entre el cazador y su presa y sin esta comprensión básica, se produce la ruptura con lo espiritual y con lo sagrado, se produce la depredación y la devastación. Lo que ha sucedido en este planeta es que se está cazando sin respetar el equilibrio sagrado y delicado entre la presa y el cazador. Se han roto las sagradas conexiones y por lo tanto, la supervivencia del ser humano como ser espiritual.
Cuando el lobo sale a cazar, lo hace sabiendo por qué lo hace. Cada paso que da, cada emboscada, cada lametazo a una de sus crías, cada arañazo al enemigo está hecho con conciencia. El lobo lleva en la sangre el sentimiento básico y primitivo de pertenencia a una Gran Madre, a un Gran Espíritu, a los elementos, a los animales, a la naturaleza, al sol, a las estrellas, al cielo azul y al oscuro, al agua y al viento… Nosotros eso lo hemos olvidado.
Existen muchas leyendas sobre los lobos y la luna pero a mí hay una que me gusta especialmente. Considero que no ha sido demasiado contaminada por el espíritu biempensante occidental y guarda, entre sus palabras, muchos secretos sobre el mundo invisible.
Cuenta una leyenda de los índios Innu, en la península del Labrador, que la luna tenía un amante llamado Kuekuatsheu. Ella y Kuekuatsheu vivían felices en el mundo de los espíritus y cada noche miraban juntos el cielo lleno de estrellas. Pero un mal día llegó un espíritu llamado Trickster, celoso del amor de ambos porque quería a la luna sólo para él. Entonces le dijo a Kuekuatsheu que la luna quería flores y le dijo que bajase a la tierra y juntara flores para ella. Kuekuatsheu bajó a nuestro mundo a buscar las flores para su luna amada pero cuando quiso regresar no pudo hacerlo. Se dio cuenta de que no podría volver al mundo de los espíritus pues todo aquel que lo abandona jamás puede volver.
Cada noche de luna llena los lobos aúllan con fuerza porque Kuekuatsheu quedó atrapado en el espíritu de los lobos para siempre. Y cada noche, la luna ilumina los claros para que ellos vayan a su encuentro, pues busca a Kuekuatsheu. Vive en un mundo al que no pertenece.