Una entrada no es suficiente para
hablar de Hékate y toda la simbología asociada a esta Diosa de la hechicería.
Podríamos decir que es la Reina de las brujas… Pero es que es mucho más. Casi
me atrevería a decir que no podemos ni encasillarla, ni clasificarla pues Ella
es la Gran Dama que nos inspira a todos.
En la entrada de hoy hablaré de sus
características y atributos más fundamentales, pero poco a poco iremos adentrándonos
en sus misterios, aprenderemos cómo invocarla y contaremos algunas anécdotas
sobre ella.
Hékate es una diosa ctónica preolímpica,
entendiendo por ctónico “todo lo que pertenece a la tierra o es de la tierra.”
Cuando hablamos de dioses o númenes ctónicos, nos referimos a todos aquellos
que habitan el Inframundo en oposición a los dioses celestes. Hékate, como
asistente de Perséfone, es consejera del Hades, teniendo la libertad de entrar
y salir de allí a su libre albedrío.
En las religiones paganas, antes de la
llegada del Cristianismo, siempre se pensó que los seres humanos, al morir,
iban al interior de la tierra. Que la Madre, en su vientre, los transmutaba en
una nueva vida. Hékate, al ser diosa telúrica, es guía de los espíritus de los
muertos, de los fantasmas y de los cementerios. Guardiana de la Llave entre los
mundos.
Aquí entroncamos con lo que a mi
opinión, es la característica principal de este portentoso númen: una diosa
liminar, es decir, una diosa de fronteras. Frontera entre los mundos, el
visible y el invisible, entre los subterráneos y el cielo, entre la vida y la
muerte, etc. Por tanto es venerada en los lugares donde acaba algo y
empieza otra cosa: la orilla del mar, de un río, de un lago, los cruces de
caminos, los cementerios, el breve instante entre el amanecer y el atardecer o
entre el atardecer y el amanecer, diosa de las tierras salvajes e inexploradas
donde todo está por nacer. Es por eso diosa de la Luna Nueva, el periodo vacío
y transmutador entre la luna creciente y la menguante.
Tenía un papel especial en las
encrucijadas de caminos conocidas como Trivios, palabra griega que
significa Tres caminos. Los griegos situaban postes con su imagen dotada de
tres máscaras, cada una de las cabezas mirando a cada dirección.
Es diosa de la magia, de la hechicería,
de la noche y de los fantasmas. Guía las almas de los muertos por entre los
mundos y siempre ha sido considerada por nosotros, los brujos, como principal
fuente evocadora de nuestro Arte. Se sabe que fue invocada por los grandes
brujos, magos y nicromantes porque su nombre es el que aparece con más
frecuencia en los Papiros Mágicos Griegos y las Defixio, tablillas mágicas de
conjuros y embrujamientos. Por esta razón se la representaba con dos antorchas
en las manos, la luz que iluminaba el camino por el Inframundo y el reino de
las sombras.
Los animales asociados a ella son los
perros negros, en especial las hembras, ya veremos detenidamente por qué. Las ranas,
por su naturaleza anfibia, es decir, habitan dos reinos, la tierra y el agua,
de nuevo el aspecto liminar de Hécate. Los búhos, las serpientes, los
murciélagos y los hurones, por ser animales de actividad crepuscular.
Las plantas asociadas a Hécate son
todas aquellas que provocan estados alterados de conciencia como la belladona,
la mandrágora, la aconita… también otras por su carga simbólica como el Tejo,
vínculo del pueblo con la tierra, los antepasados y la religión antigua.
Los griegos honraban a Hécate en el
Deipnon, es decir, la comida principal del día, aquella que se hacía al
atardecer. Se celebraba en su honor y en el de los muertos y los Ancestros el
día de la Luna Nueva.